Te damos gracias, amado Padre en el la tierra como en el cielo, por las muchas veces que nos permites experimentar que no debemos perder las esperanzas en la oscuridad, ni la enfermedad. Tú escuchas los deseos de nuestro corazón. Cuando amamos al Salvador y alabamos su nombre, tú nos amas por causa de lo que nosotros amamos. Permítenos seguir en este espíritu. Ven a nosotros con muchas pruebas de tu poder, para gloria de tu nombre. Ven al silencio interior del corazón, por el cual podemos entender lo que significa que tú eres nuestro Padre en Cristo Jesús. Amén.
1 Pedro 1:18-20
sabiendo que no fuisteis redimidos de vuestra vana manera de vivir heredada de vuestros padres con cosas perecederas como oro o plata, sino con sangre preciosa, como de un cordero sin tacha y sin mancha, la sangre de Cristo. Porque El estaba preparado desde antes de la fundación del mundo, pero se ha manifestado en estos últimos tiempos por amor a vosotros